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martes, 30 de abril de 2013

Mi lugar en el mundo


Quizás porque mi niñez
sigue jugando en tu playa
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por dondequiera que vaya,
y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.


Así le canta Serrat a su Mediterraneo. Puedo hacer míos esos versos, porque uno a uno van contando mi experiencia con Mar del Plata, que ha sido y será mi lugar en el mundo.

Todo lo significativo me ocurrió en esa ciudad.

De mi infancia escindida en un tiempo de colegio de monjas y otro de libertad y sol, guardo las instantáneas de mis amigos de correrías, que desparramados por el mundo quizás también evoquen, de tanto en tanto, nuestras aventuras ingenuas y divertidas.

En un verano, casi a mis 13 me descubrí mujer y asombrada, algo asustada, salí a caminar por recovas que ya no existen.

El primer amor me sorprendió una noche de verano sobre los 17 años, me abrió a la sensualidad frente a un Atlántico, que sonaba con la sinfonía de la nocturnidad.

Quiso la vida instalarme en otros caminos, otros mares, otras geografías, pero nunca me bañe en mar alguno, sin recordar esas aguas frías y vivificantes que templarse mi corazón.

Fue allí, también, donde descubrí la muerte, que se llevó a mi padre. 
Ese es mi lugar, el de las alegrías ingenuas, el de las horas suaves y de la revelación.


 





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